lunes, 6 de diciembre de 2010

La Asunción de Gemma


Llegó el día
en que las discotecas se abrieron
y en su mansedumbre las chonis
se arrodillaron frente al precipicio.
Los chavalitos se tragaron
un petazeta místico
con la imagen de la salvación
y se me quedaron mirando
toda la noche.
Estoy sangrando de verdad
me dije en la barra,
presa de una divinidad
no pensada para mí.
Si existiera un cementerio
pudiera ser esto, pudiera ser esto
el éxtasis, la extrema unción.
Hijas mías, asciendo
sobre la cicatriz y la moda.
Estoy siendo llamada.
Perdonadme, amigas
que las deje tiradas
envuelta en el terciopelo
más chic y más rojo.
Los perros anoche
adivinaron mi revelación.
La absenta brilló
y las tiendas de chinos
relucieron como nunca
porque a Gemma llamarían
a la siniestra del Paraíso.
Desaparezco del santoral
subiendo a la superficie,
les dejo con la gracia
de la adivinación.
Estoy moliendo uvas con los pies.
Estoy esquivando
las chinchetas con que el diablo
me quiere agujerear.
Muevo los dedos
como pequeñas alitas
porque me ahogo y lo veo.
Veo una luz, una enorme bola de espejos
mientras la música me dice
que no estaré más sola.
Mi traje de noche deja ver
mis bragas, y de ellas se desprenden
pequeños hilos de los que cuelgan
nombres, y más nombres.
Amantes queridos,
entro en el pantocrátor, ondadisco
y frugal. Les dedico un bombón
lleno de rabia. Amigas de mi alma,
Drosófila, Danaus, Piolín
de mis emores,
les dejo mis textos
dictados por el sacrificio.
Esta ciudad me impulsa,
mis tacones son pequeños
cohetes que me lanzan
a la exploración.
Capitalistas de mierda,
no hagan causa de mi causa.
Ya lo veo, siento el aire.
He sido elegida, no me percato
de las marcas del arnés
que me elevan rompiendo
el cielo vítreo de la pista.
Abrirme paso, queridos súcubos,
que ahora mismo me reecuentro
con Papá. Aquí yace Gemma
Galgani, la santa,
se me permitió vivir
hasta los 25.

lunes, 29 de noviembre de 2010

La Japonesa


Es necesario
irse.
Resulta crucial
poner un punto
aparte en la zona
más indigna de una,
porque una
es ninguna,
como versa el dicho
con sabiduría popular.
Dime, bonita, ¿nunca
te haz cansado
de estornudar
frente a un espejo,
regresar a las 5
de la mañana
con un ojo verde
y otro marrón,
buscando la lentilla
entre tu vergüenza,
tu amnesia,
empolvada como una
croqueta,
tarareando una canción
del karaoke japonés,
como cuando estuviste
en Tokio,
vestida de otaku,
en las avenidas luminosas,
entre los oficinistas
y su microchip?.
La verdad agobia.
La noche siempre
es una huida
hacia el barrio
oscuro y ruidoso
donde venden sopa
hasta el amanecer.

martes, 2 de noviembre de 2010

La Bruja


Qué es una espectro,
qué es una santa
encima de una escoba,
una vampira moderna
docta en teología
transitando por la democracia
inexistente del sexo,
boba, eso sí, boba,
pidiéndote el bombón,
para qué, a cambio de,
con qué consecuencias,
fácil como la técnica,
inserta en el grito,
bandshee de mal agüero
repitiéndome hasta más
no poder ni aguantar,
bruja, cerda, insana,
diablesa incolora,
folclórica y dramática
en medio de la tentación.
La ciudad fetichizada
en el pacto comercial
del miedo. Excusa
para maquillar el terror
con el terror falso
que lo anula.
No mentiré ni te diré
que no bailé como todas
en medio de la telaraña.
María Santísima
se apareció sobre una azucena
y nos arrojó los ojos
para escenificar su enfado.
Mentí por un segundo,
mama mía, no seas
así, por favor,
sé exactamente dónde
me encuentro metida.
Sé que es mentira.
Sé que morirá.
Sé que el espectáculo
me despellejará entera.
Déjame ser mala.
Déjame la crueldad.
Mira lo que tengo
escondido aquí.
Tengo una perra
sin bozal en el pecho.
¿La duda me hará
mejor en la derrota?
Mira los capitalistas
transformándome en chuche.
Hambre para qué,
en qué condiciones,
bajo qué amo.
Mira esta sangre
que encharca la acera.
¿Soy mejor
que tú y tus diáfanas?.
Toma y anda
a tomar por el saco,
virgen de mazapán,
encarnada en el amor.
Mira estos dientes.
Mira estas larvas,
estas togas góticas,
estos ojos negros
delineados en la traición.
Mira cómo me lo clavo.
¿No te gusta verlo?
Mira lo que ha hecho
la guarra de tu hija.

sábado, 23 de octubre de 2010

La Mosca


Basta ya
me digo esta mañana,
consternada y aburrida
de las tonterías de Drosófila,
la reina de la chatarra
(y también de las quejas,
más que yo, eso está claro)
más flaca y desaparecida
que la extrema unción.
Nadie puede
ser tan depre, tan naïf
como para tomarse toda
esta ciudad a pecho.
Ay Droso, come
algo por favor, no me llames
a las 4 de la mañana
preguntándome si las pastillas
de dormir, si el salfumán,
o si el cinturón de charol
dejan marcas en la nuca.
Estas ebria de nuevo.
Algún día de estos la vas a palmar.
No podemos las santas
hacer el curro de los ángeles.
Cada una que lama
su propio cipote. Cómo
esperas, estúpida,
que te responda esas cosas,
tú que te empeñas
en desaparecer, que escribes
cartas a nadie
con letra minúscula,
y pintas complicadísimos
ideogramas con gloss
en los espejos de la discoteca.
Ay, guapa, no tenemos
movilidad. Ya no somos
las niñatas de antes.
Tu sabiduría de mosca,
constantemente anegada
con el formol asqueroso
que bebes en el bar.
Necesitamos un milagro.
Una cosa poca, tampoco
hay que abusar. Ante todo
sencillez y discreción.
Esta vez en secreto.
Qué tal si nos vamos
con Piolín y Danaus
un día a la nieve,
y contamos interminables
historias de terror,
para dormir todas juntas
aterradas, pálidas,
pero muertas de risa.
Querida Droso,
haz algo con tu vida
mosquita muerta,
insectita de mi corazón,
que los días vienen mal,
que la historia
devendrá en pesadilla.
Nos queda reír,
o hacer un agujero
entre lo que ves y no ves.
Pero arréglate un poco,
chica, y ya
que haz venido así
¿quieres desayuno?

domingo, 17 de octubre de 2010

La Mirada


Estaba recogida
como en el siglo diecinueve
una huérfana de Dickens,
al borde de la definición
que no se completa al pronunciarla,
lívida, en medio de la objetividad,
calle, otoño, un catarro
que pasa de boca en boca como un beso,
husmeando entre los jardines
de una urbanización
por si quedan rosas, así de cursi
soy, perdida, cazando imágenes
con la obertura de mi llaga
como los profesionales con su nikon.
No se compra ni se vende
esta finalidad, esta suma etérea
que me entera de todo, la macroconciencia
de las dementes, de las que están a punto
de morir, las entregadas a la molienda
de diablo. Ver barro. Ver obvio. Eso tengo,
querida radioescucha: ocio, y lanzo
mi umbilicalidad sobre la verticalidad
de esta urbe, digo cloaca, digo política,
digo ay, pobre santa de mierda
encerrada en su interrogación,
mintras las tácitas bailan en sus conciertos
de rock, mientras las lícitas inflan
su corazón de helio, y hacen gorgoritos
en el punto álgido del espectáculo.
Soy una santa en medio del público
que se vuelve íntimo y privado a costa
de la murmuración. Esta mirada
se resume en la de la heroína
que asoma su cabeza a la fuente
hortera y barata de las plazas nuevas.
No hay peces, me respondo. Y las nubes
se mueven sobre el reflejo, casi
mezcladas con los ojos y las hojas secas.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La Cruel


Soy una guarra,
una dromedaria, roedora
de ristras, regidora
del arder, una rebelde
porque el mundo ríspido
me hizo así, Jeanette,
lo que tú me digas, bonita, robo
como todas, rasco la que más,
rezo y rujo, rodeada de ron,
realizada en rabear, redonda
rosa de perfume amargo.

( Eso. Eso. Pero subo y silbo
por la sanción, selecciono, y sé
que el sonambulismo, la suma,
la sacra santidad -o la sosa-
solemnidad me solazan, me suplen
en el siseo inútil del espacio, ¿sabes?
Sigilo, eso sí, en sigilo: simple
como un silabario, degestiva
como una sopa. Sola. Eso sí, sola ).

Soy una pérfida, prepotencia
pura, parafilósofa y parapoeta
petrificada por el paso, la pausa,
preceptos del poder, parsimonia
del pistolero: la pequeña posibilidad
de partir. Por eso aparto, pido
paz, paliza pido -al rapsoda-
y protesto cuando paran. Por favor,
perrito, pon mi prez en tu lugar,
una teta en tu perfecto
catálogo de pactos. Perdona
si me pierdo. Pero empezaste tú,
el otro pecho puse,
la persona no, el pie
clavado en el palo
que con otro palo hacen
cruz.

Soy cruel
y canto.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La Fría


Hoy estoy fría,
aunque los bañistas perseveran
y los oficinistas bronceadísimos
ya sin trauma postvacacional
solo porque ahora conservan su trabajo.
Fría, como si de madrugada
me hubiera tocado un E.T.
con sus articulaciones de otro mundo,
abducida y conducida
hacia la rima interna de lo inane.
Me quisieron conservar
en un cubo de hielo.
La relación con dios, simple:
agitar la charca con un palo
cuando ni siquiera llueve. Sé
que guardo un pozo adentro, idéntico
al de las tatarabuelas con el que obtenían
agua potable, hundiendo
una y otra vez el cubo de madera.
Espero: la historia se inmoviliza,
la crisis amordaza, los parados
se mojan los dedos en mí
para santiguarse de modo convencional.
Espero algo. Espero algo
y no llega. Estoy fría, desangelada,
pareciera que la misericordia
es la vulgar suma de mi voluntad.
Quiero mover los dedos
y salir volando. Quiero ser mala
porque eso recibo. Estoy a punto
de decir una grosería.
Pero el hielo congela el ímpetu,
el metro pasa en todas direcciones
con sus pasajeros. Los ciclistas
doblan su locomoción y la guardan
en el bolsillo, los turistas
me dan una tibieza escasa
como si el asco no proviniera
de ellos, ni de mí: una santa
del futuro que introduce
la llave en la puerta
de su casa y llora.
Una mártir que duerme
continuamente sola
por obra y gracia del espíritu.
Una chica que a la mínima
se transforma en un insecto
de los que se hacen bola
cuando se sienten amenazados.
Bienvenida a septiembre,
hija del santoral; escucha
el ruido del cubo
cuando entra en ti,
y te rompe.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La Edad


No tengo edad,
no tengo edad
para amarte,
oh Gigliola Cinquetti
que dices lo cierto
desde el bis a bis
de la traducción.
Te juro, ese mantra
le recité al ladino,
al muchacho de tabaco
de liar, al chico
de ipod y pantalones
caídos al culo, que desde
sus dieciocho centímetros
y primaveras de leche
apareció y desapareció
como un romance, digo
en lengua antigua
y métrica medida, pero
desmedida para mí. No
tengo edad, chavalín.
No te encandiles
con mi parcial luminiscencia:
well, I can dance with you, honey
if you think it's funny
does your mother know
that you' re out?
Oh Abba, dile algo
que no se entera, y baila
sobre mi santidad, y sube
por la posibilidad, y rayos
salen de sus zapatillas
como pequeñas alas
de un Hermes posmoderno.
No te creas una coma
de mi verbigracia.
No te dejes seducir
por mi divinidad vintage.
Serías estúpido
si me haces caso.
Te llevo siete años
y pecados capitales
siete veces siete.
No te muevas
de esa manera, cabrón.
¿Sabe tu madre
que estás fuera?
No tengo edad.

martes, 24 de agosto de 2010

La Verdad


Yo nací desvirgada
y con ojeras.
No es una metáfora,
querida Drosófila.
Así mismo fue.
Cuando me llevaron
por primera vez
al ginecólogo,
él le dijo a mi madre
que ya estaba hecha.
Lloré de vergüenza,
presa de la más pura
verdad. Te juro
que yo no hice nada,
le dije a la dolorosa.
Era cierto. Era cierto.
Empezó el mito.
La posibilidad de la sutura.
El espíritu santo
obró en mí desde feto.
Se introdujo como un parásito
y emancilló la realidad.
Me llamaron Divina.
La sangre fue un signo
de este privilegio.
Me dijeron no
te maquilles las ojeras,
te ves dialéctica, te ves
maravillosamente mártir.
Yo nací desvirgada
por la misma letra,
una paloma de silicona,
una capucha fría como hielo,
una bola de espejos
que yo imaginaba antes
de que pudiese girar.

sábado, 24 de julio de 2010

La Estampa


Yo no transo.
Soy todo lo que tú quieras
pero yo no transo,
ni hago espectáculo público
de mi honradez, de mi convicción,
de la falsa conciencia
que me hace mejor entre las estatuas
del santuario. No trafico
con hostias, ni me acerco
convenientemente al cardenal.
Soy todo lo que tú quieras,
pero no cacareo con palabras
copiadas de la Biblia -del profeta de turno-
ni ofrezco mi cabeza a Salomé
frente a los flashes del noticiero
o de la prensa rosa.
Me moriría de vergüenza
antes de asomarme a la pantalla,
y hacer aspaviento
de mi radical santidad, mi disidencia
conducida de la mano
de las vanidades.
No me vuelvo loca
por aparecer.
No y no. Yo no transo,
soy sólo una currante
que lee y escribe,
una simple mártir
presa en una estampa
a punto de arder.

jueves, 15 de julio de 2010

La Física


Danaus apareció
en su alfombra mágica
enrollada en un pareo
de gasa fina y volátil,
y me dijo estúpida
qué haces allí
muerta de asco, vente
conmigo, nena,
lo pasaremos bien.
Le hice caso, y abrió
sus alas de mariposa
en una fiesta blanca
a la que nos invitó esa noche,
todos muy pero muy
guapos y chics
bañándose en cava
(la palabra más densa
que se escuchó fue chill out).
Yo pensaba de verdad
en comer, en leer,
cosas básicas de santa.
Pero Danaus es insistente.
Tiene verdadero
poder de convocatoria.
Te presento a este, a este,
a esta otra, fulanita de tal,
menganito, y yo,
quería irme, vestida de negro
en esa fiesta albísima,
con una lágrima negra
maquillada, y en la gota
una lentejuela púrpura.
Estaba asqueada.
Piolín apareció
y me dijo parece
que he visto un lindo
gatito. Se fue
a salvar a Drosófila
que de nuevo se quería
suicidar en la piscina
(siempre amenaza
y se queda tan pancha).
Pero resulta que el gatito
se sentó a mi lado.
Me dijo que hacía
una santa como yo
perdiendo el tiempo aquí.
Yo empecé a sangrar
y me morí de vergüenza.
Me habló, como en sueños,
de física cuántica,
de que las santas estamos
indisolublemente ligadas
a la teoría de la incertidumbre,
poéticas y matemáticas
inconcebibles. Le sonreí.
Cuando me recosté
sobre su pecho
escuché una galaxia.

domingo, 4 de julio de 2010

La Fiebre

Estoy ardiendo.
No es el verano,
la playa. Realmente
tengo fiebre, a punto
de combustión espontánea.
Este contrato con Dios
termina en la hoguera.
No la dulce de los relicarios,
el éxtasis de Santa Teresa
cuando se la clavan a fondo,
el corazón en llamas
de santa María virgen
ni el efecto alucinógeno
de la anunciación.
Ahí me ves, guapo,
una estilizada dinamita
bañada en chocolate.
Pero es sudor. La conciencia
de que me pierdo algo.
Dame otra efervescente,
las burbujas me levitarán
sobre justos e injustos:
el sonido de miles
de pulgas de mar
cuando se entierran en la orilla.
Tengo una amígdala
a punto de florecer.
La santidad es esto,
presentarse ante las llamas
de una misma,
el sonido de la tableta
cuando entra al vaso.

martes, 8 de junio de 2010

La Chispa


¿Sabes lo que tengo aquí?,
te digo, mientras tiemblo
espasmódica y endemoniada,
como encima de una
lavadora Suprema
de Corberó, con todas
sus revoluciones por minuto.
¿Sabes lo que tengo aquí?
y te señalo ese punto,
y como adivino que eres
me dices: electricidad.
Yo te digo, Oh yes.
Y entonces: la chispa.

jueves, 20 de mayo de 2010

La Editada


Fue anoche la unción.
Caían tijeras
sobre las tiras de celuloide,
la moviola de Serrurier
no era precisamente, sino yo
compuesta y descompuesta,
editada ante el negativo
y positivo de tu cuerpo.

Yo no sé de guiones
pero imagino el nudo
y el desenlace, justo cuando
todo se enlaza y me descubro
impregnada de emulsión
sensible, una simple golem
hecha de metros y metros
de lo que tú mismo eres.

Tanto tú como yo
desde nuestro encuentro
y desencuentro, sólo válidos
por el corte y la unión,
cobramos vida cuando
un simple rayo
pasa a través de nosotros
proyectando el movimiento
en una sábana blanca.

lunes, 10 de mayo de 2010

La Golondrina


La primavera,
querido Piolín,
es una maldad.
Debería continuar
sintiéndome rota,
eternamente congelada
en este claustro gótico
al que me tienen unida.
Como todas, atrapo
las sutiles lagartijas,
espero que abran la boca
y me las cuelgo
de los lóbulos de las orejas.
Así me gusta girar.
Estornudo, como tú,
maravilloso canario,
aunque la alergia
es un regalo comparado
a esta ociosa labor
de perdonar al mundo.
Me dices que tus amigos
ya se han comprado el bañador
-modelo Ck, en los pasillos del Corte-
y si yo ya tengo
escogido el triquini.
Maldito asqueroso,
no sé cómo sucede
que seamos amigos.
No, Piolín, no lo he comprado,
y solo me dedico a cortar trozos
de aloe vera de mi terraza
para estrujarlos sin pena
sobre mi juventud esquiva.
Curro y me desmayo
muerta de risa
escuchando tus bobadas,
que al fin de cuentas,
me hacen más valiente,
me salen alas y todo.
La verdad me convierte
en otra golondrina
buscando grietas en los cuerpos
para hacer nido.

martes, 4 de mayo de 2010

La Dádiva


Yo te di
el terreno
invisible
entre este
poema
y el pliegue
de mi rodilla
contra el muslo.
Una falla geográfica
pero a final
falla. De Error,
no de Eros.
Falla de errar
por una obertura
llamada texto
o llamada cuerpo
cuando suenan
de mañana todos
los relojes
despertadores,
y una se contenta
con el hueco
de la almohada.
Una se contenta
con todos
los universos
paralelos,
que une
ese agujero negro
donde haz apoyado
tu cabeza esa noche.
Y de repente
tu regalo es mayor
que el mío. Pero no
mejor.

sábado, 10 de abril de 2010

La Simple


Yo no quiero ser ella,
fingir en la propuesta de mi foto,
reificada y fetichizada
hasta el paroxismo, entornada
en mi belleza, melíflua
al fin y al cabo, el icono
de mi propia marca, la seducción
de mi propio afiche. Yo quiero ser
algo más friki, algo más banal,
la fealdad envuelta
en un celofán delicioso,
lo vulgar elevado a grado sumo,
la vanidad simple de la choni.
Yo no quiero ser ella,
ni poetizar mis labios, ni mi talla
36, ni mirar el espejo
de la madrastra de Blancanieves.
Yo quiero algo más hortera,
algo más grotesco y kitch:
pido ser Lady Gaga
y marcar eternamente mi telephone.

domingo, 14 de marzo de 2010

La Vieja


Volver a los diecisiete
decía Violeta Parra,
y se ha escrito tantas veces
el mismo poema, el regreso, el Uróboros
comiéndose en el inicio concreto
del retorno. Y no se trata
de escapismo, estimadas lectoras: es algo
tan simple como la evanescencia,
la calle y su pólvora, el restaurante
chino, su nombre traducido como
dragón o superfénix. Los coches
regresan a sus propios diecisietes,
las abuelas con sus carros de la compra
de vuelta al nacimiento,
los chavalines en las discotecas
tragándose la materia sintetizada de un ángel.
Ellos asisten a su infancia.
La chica que llora en el lavabo
regresa a su aliento una y otra vez.
Los inmigrantes con su anillo de luz,
los trabajadores retrocediendo a sus hipotecas,
todas las copias del top-manta
regresan a los oídos con su inanidad.
Solo yo sigo envejeciendo,
con esta sangre puesta en los labios,
solo yo sigo envejeciendo
con esta mirada que no cabe en su ojo.

sábado, 6 de marzo de 2010

La Rota


Qué es esta lejanía
sangrante como una anémona,
esta melopea melíflua y frugal
que me sube por los tacones,
desvirgada continuamente
como poseída por el ente,
sin otro signo que el de exclamación.

No estoy muda, bombón, estoy lejos
aburrida y sola en medio del desguace,
emitiendo sonidos como si un hierro
se oxidara lentamente en mi garganta.
Sigo guapa, no lo dudes, no es vanidad,
es sólo mantener concentrada el equilibrio
en esta cuerda maravillosa del cliché.

Quiero ser la santa devorada por los hombres
en el lupanar invisible de la renuncia.
No es antropofagia, bonita, no es filatelia.
Es el acto mismo de la inscripción en la suma:
estoy rota, anudada a una roca marina,
esperando al Ceto que vendrá a devorarme.
Podría delinearme los ojos eternamente
mientras la espuma me deja cangrejos
en miniatura entre los dedos de los pies.

No son rosas cósmicas, como las que lleva
María santísima, embaucada por los sacramentos.
Yo solo pido bailar
en medio de la hecatombe. No soy tonta,
no me mires así, es algo más profundo:

mirar exactamente el agujero.

viernes, 5 de febrero de 2010

La Salamandra


Yo quería ser una elegante
salamadra,
negra y amarilla, deseablemente
venenosa, quería ser la salamandra
del tandem Francisco Rovira-David Romero
pero me quedé en salamanquesa,
pálida, glotona, fugaz y fútil
comiéndome los mosquitos chupasangres,
mis cinco dedos con sus ventosas
adheridas al muro adonde llega luz.

lunes, 18 de enero de 2010

La Moneda


La belleza es una especie de error
cuando leo las revistas de moda
y me quedo compungida y dominada
por un terror sin duda hecho para mí.
No soy tonta, probablemente esté
algo alienada por la hegemonía,
y mis joyas saltan desde su falsedad
y mis ropas de rebajas se deshilachan
dejando a mi paso sólo un hilo
que me guiará finalmente a la salida
cuando termine de filetear al minotauro.

Yo, como Dánae, me abro de piernas
y espero que lluevan monedas de oro,
y caen a montones, en efecto, pero falsas,
son cáscaras de bronce rellenas de chocolate,
y esa verdad es también mi revolución.
Sé muy bien que nunca llega lo que espero.
La mutación es el único don que me fue dado.
Probablemente no sea valiente
pero robo, como todas, la debilidad del rey,
las migajas de pólvora con que haré un espejo
y un proyectil diminuto.

Estoy a punto de explotar, pero ese punto
es del tamaño del cañón del colorado,
por ser cañón, con su violencia, y colorada
aunque parezca mentira, como gitaneaban
las Papá Levante con su manita dulce en stop.
Aunque parezca mentira, es cierto
que la vanidad tienta con su multiplicidad,
y si es cierto que soy tierna, y tímida
al final (no te creas, ilustrísima lectora,
que soy una loba devorahombres, ni una
vedette de espectáculo de variedades:
a las santas se nos está vedado el placer
y sangrar es nuestro íntimo derecho)
no te creas, como te decía, que puedo
atender los ruegos de todos los infieles.

Bailo en la rueda de la fortuna, el infortunio
es la balada triste del verano, pero nota
querida saltamontes, que el invierno
es nuestro poder y nuestro pacto.
Estoy harta de esta luz y la barricada
es más simple que una caja de maquillaje.
Te golpeo con mi corazón, en estos momentos,
más eficaz que una gorda y larga bazuca
(si espero el torpedo con la boca abierta
no es tanta la inmolación como la gula)
Ardo en el caldo de la vulgaridad
como la rana aquella que olvida dar el salto
de la sopa en que se cuece viva.

Perdóname, nena, si me he extendido
más que de costumbre. No soy haitiana
pero también busco mis muertos
entre mi aparente comodidad. Rezo.
como la milagrosa que soy,
porque tengo pena, rabia, aunque me veas
bailando como desaforada en medio del zodiaco.

Hago pedazos la gema que soy, y no desprecies
la purpurina que arroje como falsas monedas
cantadas por Concha Buika, sagrada, como yo,
al fin sola, y triste, sobre lugares improbables.
Porque nadie se la queda. Porque todos
se la quedan cuando nadie repara en ello,
y ahí está mi toque, algo que sube por ti
como la vergüenza, y que finalmente te pregunta.

martes, 12 de enero de 2010

La Autorretratada


Yo no soy poeta,
soy una administrativa
semi ilustrada, eternamente
a dieta, y que por falta
de curro, me gano la vida
en un cyber de alguna
ciudad capital. Tengo
el corazón tartamudo,
y a traición un día
se me apareció una deidad
en medio de la discoteca,
y me dijo Gemma, tú serás
mi santa. De ahí mi pelo rojo
estilo boop, acorde con la sangre
de mis palmas, cada cierto tiempo
mezclada con mis innumerables
pulseras de plástico verde y azul.
Leo hasta los envoltorios de caramelos.
Leo los comprobantes arrugados
en las papeleras de los bancos.
Leo los periódicos gratuitos del metro,
me pongo mis gafas de Marilyn Monroe,
para no destrozarme los ojos cuando leo
a las infantas y a las ludovicas
en sus blogs finísimos. Estoy en estado
larvario, y cuando termino de leer escribo
en esos mismos envoltorios, escribo
en los mismos comprobantes de los bancos,
escribo en los periodicos gratuitos
del metro, por si sólo uno se da cuenta
y se ríe, o lo tacha, o lo arroja por ahí.

viernes, 1 de enero de 2010

La Estrella


Hubo un tiempo
en que me esforzaba por ser
absolutamente diaria.
Sin embargo, me he vuelto
discreta -en apariencia- inconstante
como el viento que levanta
las tejas de mi casa y esconde
un secreto, una futura gotera,
el sonido mismo de la cicatriz.

Otro año ha pasado, la fiesta
me dejó extinta -no tanto por bailar
como por sentirme bailada, algo tan
machista como que te lleven por el escenario
y te dejes ir, peonza extraviada
pero girando y girando como el tic-tac
del tiempo en su finitud, yo, la más
gorda de las burbujas de freixenet,
pero por una vez en la noche, bebida,
dorada y deseada.

Hubo un tiempo en que los años
eran arañas
que anidaban en los huecos de mis oídos,
capturando insectos -las lenguas
de los hombres incautos que me decían cosas
con la prentención de atraparme y no al revés.
Esta vez fueron simples
estrellas apagadas,
que se tragaron todo
lo que tuvo nombre,
en medio de esa fiesta voraz
donde mis lectoras
-sus tacones de aguja como jeringuillas-
componían haikús en el finísimo
piso hecho de hielo, mientras
los hombres acomodaban
un delfín al interior de los bolsillos.

Cuando todos hacían la cuenta atrás
yo seguía contando hacia adelante.