martes, 24 de agosto de 2010

La Verdad


Yo nací desvirgada
y con ojeras.
No es una metáfora,
querida Drosófila.
Así mismo fue.
Cuando me llevaron
por primera vez
al ginecólogo,
él le dijo a mi madre
que ya estaba hecha.
Lloré de vergüenza,
presa de la más pura
verdad. Te juro
que yo no hice nada,
le dije a la dolorosa.
Era cierto. Era cierto.
Empezó el mito.
La posibilidad de la sutura.
El espíritu santo
obró en mí desde feto.
Se introdujo como un parásito
y emancilló la realidad.
Me llamaron Divina.
La sangre fue un signo
de este privilegio.
Me dijeron no
te maquilles las ojeras,
te ves dialéctica, te ves
maravillosamente mártir.
Yo nací desvirgada
por la misma letra,
una paloma de silicona,
una capucha fría como hielo,
una bola de espejos
que yo imaginaba antes
de que pudiese girar.

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