martes, 4 de mayo de 2010

La Dádiva


Yo te di
el terreno
invisible
entre este
poema
y el pliegue
de mi rodilla
contra el muslo.
Una falla geográfica
pero a final
falla. De Error,
no de Eros.
Falla de errar
por una obertura
llamada texto
o llamada cuerpo
cuando suenan
de mañana todos
los relojes
despertadores,
y una se contenta
con el hueco
de la almohada.
Una se contenta
con todos
los universos
paralelos,
que une
ese agujero negro
donde haz apoyado
tu cabeza esa noche.
Y de repente
tu regalo es mayor
que el mío. Pero no
mejor.

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