viernes, 1 de enero de 2010

La Estrella


Hubo un tiempo
en que me esforzaba por ser
absolutamente diaria.
Sin embargo, me he vuelto
discreta -en apariencia- inconstante
como el viento que levanta
las tejas de mi casa y esconde
un secreto, una futura gotera,
el sonido mismo de la cicatriz.

Otro año ha pasado, la fiesta
me dejó extinta -no tanto por bailar
como por sentirme bailada, algo tan
machista como que te lleven por el escenario
y te dejes ir, peonza extraviada
pero girando y girando como el tic-tac
del tiempo en su finitud, yo, la más
gorda de las burbujas de freixenet,
pero por una vez en la noche, bebida,
dorada y deseada.

Hubo un tiempo en que los años
eran arañas
que anidaban en los huecos de mis oídos,
capturando insectos -las lenguas
de los hombres incautos que me decían cosas
con la prentención de atraparme y no al revés.
Esta vez fueron simples
estrellas apagadas,
que se tragaron todo
lo que tuvo nombre,
en medio de esa fiesta voraz
donde mis lectoras
-sus tacones de aguja como jeringuillas-
componían haikús en el finísimo
piso hecho de hielo, mientras
los hombres acomodaban
un delfín al interior de los bolsillos.

Cuando todos hacían la cuenta atrás
yo seguía contando hacia adelante.

1 comentario:

  1. Sentirse bailada,llevada,deseada,etc. Y tú contando hacia delante.

    Feliz año.

    Un abrazo

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