lunes, 22 de junio de 2009

La Sorpresa


Soy la sorpresa
mitigada y cómplice
del aburrimiento.
Soy Lady Gaga,
después de una paliza.
Tierna y leal
como una iguana a su roca,
me reconozco así
porque nadie más lo hace.
¿Quieres labios? Toma.
¿Quieres coño? Toma.
Pero no me hables de ocaso,
tú que decides
sobre cosas tan importantes
como la ubicuidad.
No me hables de las estrellas
que cayeron como oro,
o mejor dicho chips,
patatas fritas,
sobre mis piernas abiertas
(clara parodia,
pero extravagante y fallida,
de una Dánae actual).
Estoy harta,
aún así limpia,
y tú eres limpio,
como un sello de correos,
plano, pero oficial,
estatal y pequeño.
Yo no soy filatélica,
soy una filósofa
de peluquería.
Pero no menosprecies
el poder de la laca,
que es nuestro contemporáneo
conductor de Delfos
(y no los vapores
horribles de la caverna)
Eres un sello y yo una sella.
Esenciales para cartas,
pegados al papel,
sumergidos en agua,
extraídos con una pinza
(ya quisiera yo de oro),
secados, entalcados,
guardados en un catálogo
mientras los días insisten
en su revelación. Sellos
digo yo. Tú
dices sanquijuelas.

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