miércoles, 15 de julio de 2009

La Reina

Piolín
es amarillo,
porque experimenta
con todo
tipo de mejunjes
en su pelo-pincho.
Es adicto a la moda,
cree que Picasso,
es un tipo de coche
o el apellido de Paloma.
Sólo practica sexo oral,
porque quiere llegar
virgen al matrimonio.
(y yo creo que precisamente
habla tanto por eso).
Pero es fiel, tierno, llora
con la publicidad televisiva,
es un corazón
con calzoncillos Calvin Klein,
asomándole
por sus pantalones casi-caídos.
Tiene una sabiduría
tan frívola, que empalidecería
a Heidegger.
Por lo acertada.
Por lo indiscutible.
Trabaja de dependiente
en la tienda Levi's
al lado de mi cyber.
Somos amigos
porque le encantan
mis trasparencias,
y dice que soy
como ellas, volátiles.
Ayer llegó desmayado,
dice que la vida
es un sinvivir,
cantó como canario
sus desdichas,
cada cual más terrible.
Parece ser
que se quedará sin curro,
que la crisis es fatal,
que en caso de que ello
ocurriera, si puedo
considerarlo aquí.
Piolín, por ti
haría eso y mucho más,
corazón emplumado.
Te encerraría en mi jaula,
y como dice una amiga
poeta a la que extraño,
te daría alpiste,
como la super-abuela
de la Warner Brothers;
apartaría con mi paraguas
a esos gatos horribles
que te quisieran comer.
Sería la abuela, pero
tengo 24, que no se te olvide;
piensa que con ninguna
más que yo podrías
irte de copas, y decir
que todas, todas
van de reinas, y que para
reina tú, muchacho
de almíbar, ángel
de papel couché. Recibe
mi don: la Afrodita
de Botticelli.

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