lunes, 14 de septiembre de 2009

La Gloria


He regresado
en gloria y majestad,
bordada de lugares comunes,
clichés que estrellan el espacio
de productos baratos y de postales
que me hacen rechinar los dientes
con su edulcorada resistencia.
Descansada, atormentada,
meditabunda y rabiosa he llegado
para enrostrarles mi amor, mis celos
y hacer globos enormes con chicle rosa
que exploten con el maravilloso
sonido de la interjección:
Ah, uh, ay, yes, pum, pam, bang,
bang, como dice mi querida Nancy,
my Baby shoot me down. Yo
(en este aburrido convento medieval)
hice de todo, y sentí mi cuerpo
deslizarse por la ralladora de queso
cayendo sobre el tedio como nieve,
la purpurina de las mariposas
entre los dedos de un convicto.
Así me tienen, convicta, dudosa,
santa que relincha al sol de la normalidad,
con mi corazón eternamente roto,
cruzado por espinas y una llama
de litio, que me vuelve hermosa,
milagrosa, dura, políticamente
inmune a la maldad. En todo caso
no te creas que me he pasado
el verano en este inútil misticismo.
Lás páginas se me han pegado
a la lengua, y un sonido parecido
al de un melón que se parte
contra el suelo fue mi ojo
comiéndoselo todo, y echándolo luego
afuera (otras formas de milagro):
algunos besos, algún maquillaje,
algún golpe bien dado
y un agua mineral frío y geográfico
escondido en el bolso.

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