sábado, 24 de julio de 2010

La Estampa


Yo no transo.
Soy todo lo que tú quieras
pero yo no transo,
ni hago espectáculo público
de mi honradez, de mi convicción,
de la falsa conciencia
que me hace mejor entre las estatuas
del santuario. No trafico
con hostias, ni me acerco
convenientemente al cardenal.
Soy todo lo que tú quieras,
pero no cacareo con palabras
copiadas de la Biblia -del profeta de turno-
ni ofrezco mi cabeza a Salomé
frente a los flashes del noticiero
o de la prensa rosa.
Me moriría de vergüenza
antes de asomarme a la pantalla,
y hacer aspaviento
de mi radical santidad, mi disidencia
conducida de la mano
de las vanidades.
No me vuelvo loca
por aparecer.
No y no. Yo no transo,
soy sólo una currante
que lee y escribe,
una simple mártir
presa en una estampa
a punto de arder.

jueves, 15 de julio de 2010

La Física


Danaus apareció
en su alfombra mágica
enrollada en un pareo
de gasa fina y volátil,
y me dijo estúpida
qué haces allí
muerta de asco, vente
conmigo, nena,
lo pasaremos bien.
Le hice caso, y abrió
sus alas de mariposa
en una fiesta blanca
a la que nos invitó esa noche,
todos muy pero muy
guapos y chics
bañándose en cava
(la palabra más densa
que se escuchó fue chill out).
Yo pensaba de verdad
en comer, en leer,
cosas básicas de santa.
Pero Danaus es insistente.
Tiene verdadero
poder de convocatoria.
Te presento a este, a este,
a esta otra, fulanita de tal,
menganito, y yo,
quería irme, vestida de negro
en esa fiesta albísima,
con una lágrima negra
maquillada, y en la gota
una lentejuela púrpura.
Estaba asqueada.
Piolín apareció
y me dijo parece
que he visto un lindo
gatito. Se fue
a salvar a Drosófila
que de nuevo se quería
suicidar en la piscina
(siempre amenaza
y se queda tan pancha).
Pero resulta que el gatito
se sentó a mi lado.
Me dijo que hacía
una santa como yo
perdiendo el tiempo aquí.
Yo empecé a sangrar
y me morí de vergüenza.
Me habló, como en sueños,
de física cuántica,
de que las santas estamos
indisolublemente ligadas
a la teoría de la incertidumbre,
poéticas y matemáticas
inconcebibles. Le sonreí.
Cuando me recosté
sobre su pecho
escuché una galaxia.

domingo, 4 de julio de 2010

La Fiebre

Estoy ardiendo.
No es el verano,
la playa. Realmente
tengo fiebre, a punto
de combustión espontánea.
Este contrato con Dios
termina en la hoguera.
No la dulce de los relicarios,
el éxtasis de Santa Teresa
cuando se la clavan a fondo,
el corazón en llamas
de santa María virgen
ni el efecto alucinógeno
de la anunciación.
Ahí me ves, guapo,
una estilizada dinamita
bañada en chocolate.
Pero es sudor. La conciencia
de que me pierdo algo.
Dame otra efervescente,
las burbujas me levitarán
sobre justos e injustos:
el sonido de miles
de pulgas de mar
cuando se entierran en la orilla.
Tengo una amígdala
a punto de florecer.
La santidad es esto,
presentarse ante las llamas
de una misma,
el sonido de la tableta
cuando entra al vaso.