jueves, 20 de mayo de 2010

La Editada


Fue anoche la unción.
Caían tijeras
sobre las tiras de celuloide,
la moviola de Serrurier
no era precisamente, sino yo
compuesta y descompuesta,
editada ante el negativo
y positivo de tu cuerpo.

Yo no sé de guiones
pero imagino el nudo
y el desenlace, justo cuando
todo se enlaza y me descubro
impregnada de emulsión
sensible, una simple golem
hecha de metros y metros
de lo que tú mismo eres.

Tanto tú como yo
desde nuestro encuentro
y desencuentro, sólo válidos
por el corte y la unión,
cobramos vida cuando
un simple rayo
pasa a través de nosotros
proyectando el movimiento
en una sábana blanca.

lunes, 10 de mayo de 2010

La Golondrina


La primavera,
querido Piolín,
es una maldad.
Debería continuar
sintiéndome rota,
eternamente congelada
en este claustro gótico
al que me tienen unida.
Como todas, atrapo
las sutiles lagartijas,
espero que abran la boca
y me las cuelgo
de los lóbulos de las orejas.
Así me gusta girar.
Estornudo, como tú,
maravilloso canario,
aunque la alergia
es un regalo comparado
a esta ociosa labor
de perdonar al mundo.
Me dices que tus amigos
ya se han comprado el bañador
-modelo Ck, en los pasillos del Corte-
y si yo ya tengo
escogido el triquini.
Maldito asqueroso,
no sé cómo sucede
que seamos amigos.
No, Piolín, no lo he comprado,
y solo me dedico a cortar trozos
de aloe vera de mi terraza
para estrujarlos sin pena
sobre mi juventud esquiva.
Curro y me desmayo
muerta de risa
escuchando tus bobadas,
que al fin de cuentas,
me hacen más valiente,
me salen alas y todo.
La verdad me convierte
en otra golondrina
buscando grietas en los cuerpos
para hacer nido.

martes, 4 de mayo de 2010

La Dádiva


Yo te di
el terreno
invisible
entre este
poema
y el pliegue
de mi rodilla
contra el muslo.
Una falla geográfica
pero a final
falla. De Error,
no de Eros.
Falla de errar
por una obertura
llamada texto
o llamada cuerpo
cuando suenan
de mañana todos
los relojes
despertadores,
y una se contenta
con el hueco
de la almohada.
Una se contenta
con todos
los universos
paralelos,
que une
ese agujero negro
donde haz apoyado
tu cabeza esa noche.
Y de repente
tu regalo es mayor
que el mío. Pero no
mejor.